Javier Y. Álvarez Vázquez, PhD, PhDH, NutrC
Aquí encontrarás análisis bíblicos y reflexiones sobre las palabras y los hechos de Jesús de Nazaret.
Cuando en el Evangelio de Lucas relata cómo Jesús sana a los diez leprosos en el camino entre Galilea y Samaria, lo más importante no es la sanación (Lucas 17:11-19). Lo que destaca en esta historia es más bien cómo uno de ellos percibe el favor de Jesús de una manera distinta al resto del grupo. ¿Qué fue, entonces, lo que hizo la diferencia?
Este pasaje bíblico nos presenta a un Jesús itinerante y en movimiento que pone también en movimiento a los que se han parado en el camino y se han encontrado con él. Si queremos que Jesús nos sane, restaure, perdone y purifique, tenemos que salir a su encuentro. Y tenemos que ponernos en movimiento.
Jesús nos exhorta a ponernos en marcha. Y nos invita a confiar en que él nos ve, que ve nuestra situación y que quiere bendecirnos.
Pero también es necesario que nosotros veamos y entendamos cómo la gracia de Dios nos alcanza y lo que esto implica. Sólo a través de una comprensión entrañable de su gracia y del modo en que ésta se ha manifestado en nuestras vidas es posible ser plenamente conscientes de su amor y de su misericordia.
En mi video titulado ¿Qué hace Jesús con los parados en el camino? ofrezco un análisis bíblico de este relato, donde expongo los diferentes aspectos que hicieron la diferencia en el ex-leproso samaritano que regresó a Jesús para darle las gracias personalmente.
Solamente cuando somos profundamente conscientes de su gracia inconmensurable e inefable es posible desarrollar en nosotros la urgencia de gratitud. Ésta es el medio que nos permite alabar a Dios con libertad y nos hace regresar a Jesús llenos de gratitud con una vida transformada por su gracia y forjada por el agradecimiento a él.
A diferencia de los filósofos de la antigüedad, Jesús no ofrecía discursos sobre temas filosóficos. Como predicador itinerante se concentraba en la proclamación del Evangelio y en las enseñanzas sobre cómo sus seguidores debían conducir sus vidas.
Aunque él nunca tematizó la razón de forma explícita a modo de un discurso sobre ella, sí hizo referencia a ella indirectamente. Una de esas ocasiones en las que hizo referencia a la razón de forma implícita fue en un momento de enseñanza a sus discípulos. Esta ocasión de enseñanza directa ha sido registrada en Marcos 7:21-23.
El marco de estos versos lo conforma un debate sobre los estatutos de purificación entre Jesús y los escribas y fariseos. Es importante destacar que Jesús se está dirigiendo aquí a sus discípulos posterior al debate con los escribas y fariseos. Si bien el evangelista escribe este evangelio pensando en una comunidad mixta de judíos y paganos (no judíos), aquí lo que registra es una conversación entre Jesús y personas que forman parte integral de la sociedad judía en Palestina, más específicamente Galilea.
Luego de dicho debate cuyo tema era: ¿qué contamina realmente al hombre?, los discípulos le piden a Jesús que les explique lo que él les contestó a los fariseos y escribas. Como se trata de una palabra que requiere explicación, el evangelista se refiere a ésta como “parábola” aunque no se trate de una parábola en el sentido estricto del término.
En ocasión de dicha explicación Jesús menciona un listado de pecados al cual es referido en la teología tradicionalmente como un “catálogo de vicios”. Es aquí donde Jesús prácticamente se refiere como pecado a una actitud de vida que niega la razón. La versión Reina-Valera 1960 traduce dicho pecado como “insensatez” (v. 22). La insensatez (ἀφροσύνη/afrosyne) niega a tal punto la razón que en el contexto helenístico dicho vocablo también permite la traducción de “locura”, “demencia”, “tontería”, “imprudencia” y “sinrazón”. En su morfología griega, el vocablo es constituido como la negación de la facultad de pensar y razonar, es decir, como la negación del entendimiento, de la inteligencia y el buen sentido.
Es importante destacar que este último pecado concluye el listado de los vicios, siendo éste la fuente más general de todos ellos. Se trata de la ausencia de un entendimiento práctico capaz de observar la realidad y sopesar las acciones a tomar en congruencia con la voluntad de Dios.
En mi video titulado ¿Qué dice Jesús sobre la razón? ofrezco un análisis bíblico de este listado en el cual también discuto los significados de los otros pecados mencionados. Aquí expongo cómo el contexto de este catálogo de vicios o pecados se da dentro de un marco de discipulado (instrucciones y enseñanza a los discípulos), aunque surge motivado por el debate entre Jesús y los fariseos y escribas sobre las leyes de purificación de la tradición. Dicho debate desemboca en la pregunta fundamental: ¿Qué contamina al hombre realmente?
También expongo la diferencia entre las primeras seis conductas pecaminosas y las subsiguientes seis actitudes de carácter, sus implicaciones tanto espirituales como sociales y cómo éstas están relacionadas entre sí.
Finalmente, destaco el rol de la razón en la medida que ésta (la razón) es una de las claves para evitar caer en una postura de vida o actitud de carácter de no pensar, de no reflexionar, de no ser considerado y de no querer entender ni racional ni espiritualmente la verdad de la realidad ante Dios. Cultivar la razón es fundamental para una vida de fe, aunque la fe siempre sobrepase la razón.
Vivimos en una sociedad que cada vez más se auto-percibe como vulnerable. Riesgos y peligros de antaño son percibidos hoy como inaceptables. Da la impresión de que andar indignado u ofendido es señal de tener una moral alta y exigente. La robustez espiritual y emocional ya no se considera una virtud. La gente prefiere entregarle al estado la responsabilidad y soberanía individuales para resolver todo tipo de conflicto que sobre-exija la propia sensibilidad, aunque esto implique la pérdida de la propia libertad cívica.
Jesús también tuvo que lidiar con grupos que se sintieron indignados por su mensaje. La pregunta que se presenta es: ¿Qué hizo Jesús con los ofendidos de su época?.
Esta pregunta es relevante para los cristianos de hoy por varias razones. Aquí mencionaré sólo tres.
La primera: Por querer agradar a la gente, a veces nos cohibimos de hablar sobre la verdad del Evangelio de Jesucristo o, lo que es peor, la alteramos para que la gente se sienta bien.
La segunda: A veces confundimos el hablar del Evangelio con pretender convencer a la gente de su verdad. La tarea del cristiano no es convencer a la gente de la verdad del Evangelio, sino simplemente hablar de él, compartirlo.
Y la tercera: Si bien no debemos “ser piedra de tropiezo” para otras personas (Mt. 18:6-7), no es ni nuestra responsabilidad ni está en nuestra capacidad hacer que la gente crea en el Evangelio de Jesucristo (Jn. 6:44; 6:65, vgl. Lc. 16:31).
En mi video titulado ¿Qué hace Jesús con los ofendidos? analizo el pasaje bíblico de Juan 6:25-69. Abordo este tema contestando tres preguntas guías: 1) ¿Por qué se ofenden los judíos?, 2) ¿Cómo responde Jesús ante la reacción de los ofendidos? y 3) ¿Por qué responde Jesús de esta manera?
¿Por qué se ofenden los judíos?: El análisis revela que los judíos se ofenden principalmente por el contenido del mensaje y sus implicaciones, mas no por su forma metafórica.
Se ofenden, porque lo que Jesús revela de sí mismo no encaja ni cuadra con el concepto tradicional judío de Dios, de lo divino ni del Cristo. En este aspecto, se trata de un bloqueo cognitivo, donde ni ocurre la asimilación de la verdad revelada ni la acomodación de nuevos esquemas de pensamiento que permitan su entendimiento.
Pero los judíos se ofenden también, porque esta verdad revelada no solo cuestiona, sino que atenta decididamente contra su identidad tanto en el aspecto étnico-religioso y socio-cultural como personal. Explico que la raíz de esta indignación estriba en una identidad percibida como esencialista, es decir, intrínseca, fija, inmutable e indisociable del ser y la existencia misma del individuo que la porta.
También se ofenden por el imperativo que implica la verdad revelada de Jesús como “el pan de vida descendido del cielo”: es necesario recibir activamente (creer) a Jesús como enviado y proveniente de Dios, y asimilar, internalizar y hacer (obedecer) sus palabras (y hechos en calidad de Verbo hecho carne).
¿Cómo responde Jesús ante la reacción de los ofendidos?: Jesús repite, aclara, abunda y detalla su mensaje sin alterar ni cambiar el lenguaje metafórico empleado desde el principio.
¿Por qué responde Jesús de esta manera?: Por un lado, en un contexto histórico donde la oralidad sigue teniendo un predominio para la mayoría de la gente respecto a la comunicación, para el aprendizaje y la memoria, el lenguaje en imágenes sigue siendo el más apelativo e impresivo.
Por otro lado, Jesús sabía que cambiando la forma no iba a impedir que la gente se ofendiera o, incluso, se fuera. Pues él sabía que los que se ofendían y los que finalmente renunciaban al discipulado lo hacían por razones de contenido del mensaje y sus implicaciones profundas para las vidas de los oyentes e interlocutores, y no por la forma metafórica en que lo transmitía.
Los que le seguían solamente por su carisma, por la atracción de su personalidad, finalmente entendieron la seriedad y profundidad del asunto y se fueron. Jesús respetó su decisión y no puso resistencia: los dejó irse.
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